Cuando hablamos de dolor de espalda, debemos tener claro las diversas causas para que este se genere. A menudo, al preguntar sobre la historia de los pacientes y los motivos de su visita, hay un más allá del dolor que lo trajo, notamos que en realidad «algo va mal»: el dolor es una parte de ese mal funcionamiento. El paciente suele relacionar su malestar con la falta de descanso, mala digestión, mala movilidad articular o falta de vitalidad. En la mayoría de los casos estos síntomas se deben al estrés.
El estrés aumenta la frecuencia cardíaca y a su vez, la frecuencia respiratoria. Lo que se traduce en un sobreesfuerzo prolongado del cuerpo que acaba generando multitud de patologías.
Cada vez más se confirma la estrecha relación entre el estrés y cómo puede influir en el dolor de espalda, pero, ¿Cómo se relacionan estos dos aspectos? La respuesta reside en que cuanto mayor sea el nivel de estrés acumulado, nuestro cuerpo reaccionará provocando un aumento de la tensión muscular (contracción involuntaria). Esta tensión nos puede generar alteraciones a nivel muscular lo que se traduce en dolor, contracturas y desequilibrios en la coordinación muscular tanto estática como dinámica en toda la zona de la espalda. A la hora de lidiar con este problema, debemos trabajar la parte física con ejercicio y estiramientos que sin duda mejorarán los síntomas, pero debemos tener también como objetivo reducir los niveles de estrés para acabar definitivamente con este tipo de dolencias.
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